Tirana señora

Punta que se hiende
entre pausa y pausa en el ánimo fétido,
dolor de la alegría, alegría que sabe
a regurgitado odio, a úlcera y puños apretados,
dientes que crujen bajo el terrible peso de la envidia.
Los he visto hacer de su sueño vestimenta cotidiana,
y ponerse la gloria de sandalias o de abrigo…
esa sonrisa flamígera hiere, irrita los ojos
que ya solo ven entre las sombras de la tirana señora.
Mirada podrida desde muy adentro, callada,
palabras escupidas para adentro, silenciosas,
sinceras felicitaciones como autobomba.
Desear la envidia de otro, desear el aplauso,
la fama, la admiración beata, limpia o demente.
Irse muriendo de odio, de odio a sí mismo.


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